MIXTICIUS...bicentenario reflexivo
INTRODUCCIÓN
La Independencia argentina que conmemoramos este año se enmarca en un
período de la historia en el que varios países de América luchan y alcanzan el
mismo objetivo, liberarse del dominio colonial español.
En perspectiva histórica y en un mundo tan complejo, doscientos años de
vida institucional otorga a esos países un hándicap de juventud que en cierto
modo dificulta el ejercicio de independencia plena. Tanto es así que el término
ha mutado a una nueva fórmula, la “interdependencia”.
Mucho, muchísimo ha cambiado el mundo desde aquellos años. En este siglo
XXI los países más desarrollados no siempre son las grandes potencias militares
que otrora dominaban los mares; la libertad y la independencia se mueven hoy en
escenarios financieros y económicos, en el cual se necesitan unos a otros.
España, a día de hoy, continúa con sus conflictos internos que
deterioran su imagen histórica y debilitan el poderío internacional que
ostentaba en otros tiempos. Crisis económica, comunidades en pie de independencia,
la monarquía siempre cuestionada y ahora también afectada por la corrupción,
etc.. No obstante es loable que el estado español mantenga el firme propósito
de acompañar la estabilidad de las democracias iberoamericanas, contribuyendo
al desarrollo de los países que forman por ejemplo el Grupo Bicentenario (Argentina,
Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, El Salvador, México, Paraguay y Venezuela), con quienes
comparten muchas e importantes páginas de su historia.
A diferencia de la “autonomía”, entendida como descentralización del
gobierno a nivel ejecutivo, legislativo o judicial, la independencia de estos
países se ha convertido como digo, en una “inter-dependencia” ejercida no solo
entre sí sino con el resto del mundo, con cualquier país con el que se pueda
intercambiar productos, conocimiento, tecnología.
En este sentido, debemos aprender a sacar provecho de la Globalización,
y si bien los lazos de España con los países iberoamericanos están ahí y lo
estarán por siempre, es bueno recordar que las culturas originarias (americanas
precolombinas y las europeas), son más antiguas y ya eran grandes antes de
Colón.
2016
En la antigüedad se sucedían los siglos sin apenas alteraciones
históricas, hoy, mi generación tiene el privilegio de haber sido contemporánea
a grandes avances de la Humanidad, hasta la conmemoración en estos días del
Bicentenario de la Independencia de nuestra Patria.
Experimentar en sangre propia la Emigración, con todo lo que ello
implica, hacer el camino inverso de nuestros padres y abuelos que un día
salieron de Europa, vivir la historia desde la otra orilla, escuchar otras
campanas, etc., da una perspectiva más amplia, una posibilidad de conocer y
comprender mejor nuestra propia realidad actual, las circunstancias que nos
trajeron hasta aquí, los vínculos que nos unen, y el horizonte que tenemos por
delante.
Los principios y sueños que en 1816 movieron a nuestros antepasados en
San Miguel de Tucumán siguen vigentes. Somos herederos de la lucha por las
libertades y los derechos humanos, la avaricia, los intereses sectarios, la
corrupción, la discriminación, a lo que se suman nuevas enfermedades sociales
como el narcotráfico.
Por ello y por mucho más este aniversario debería ser entendido como una
ocasión histórica de reflexión y balance, pero desde un espíritu fraterno,
desde la voluntad de acercamiento, de suma, creando escenarios y marcos de
actuación de los cuales todos salgamos fortalecidos.
Cuestión de sangre
Consultando fuentes de información para mi novela El Triciclo de Djaiv, tuve acceso a numerosos archivos históricos
en varios pueblos y ciudades españolas. En ellos pude descubrir cómo era la
vida de nuestros ancestros en sus pueblos originarios, la cultura peculiar de
las múltiples Españas, intentado comprender hasta la manera de pensar. Sumado
esto al cuarto de siglo que llevo sobre este suelo conviviendo con los
españoles de hoy, da un punto de vista diferente de la realidad. Ayuda a
apreciar muchas cosas que teníamos olvidadas y afianzar valores compartidos.
Aunque parezca paradójico, como le pasó a Cortázar en Paris, la lejanía nos
hace más americanistas, querer más a nuestro país, pero no menos que a todos
los vecinos latinoamericanos.
En mis libros he volcado muchos de mis aprendizajes durante este tiempo
poniendo el énfasis en una labor imprescindible que todos deberíamos ejercer,
contribuir a la unión y el entendimiento, aprovechando todas y cada una de las
ventajas que la historia común nos otorga.
Aprendizajes
Hasta donde he podido sumergirme, genealógicamente hablando, por mis
venas corre sangre europea, española, francesa, italiana, alemana, entre otras.
Pero el destino quiso que fuera a nacer en la Patagonia, como millones de
hermanos en otras regiones del continente americano. Esa circunstancia fue y es
para mí un privilegio y honor. Los millones de latinoamericanos con los que
comparto esa distinción, comenzamos a crear una “identidad cultural” nueva, que
bebe de milenarias fuentes europeas y también de las raíces indígenas
autóctonas.
Esa fusión es seña de identidad
y orgullo, elemento que nos distingue y nos hace únicos en el mundo.
Sentimiento que no nos debe hacer creer más o mejor que nadie, pero con
suficiente peso específico para convertirnos en protagonistas de una nueva
generación.
De los siete mil millones que pisamos la tierra, pocos, muy pocos no son
mestizos. El mestizaje es una consecuencia natural de la mezcla de razas,
etnias y culturas que aumenta cada día. Lo que en su día fue motivo de estigma
social y discriminación racista, hoy ser mestizo
es motivo de orgullo.
Para entender mejor la identidad latinoamericana debemos acercarnos a grandes
nombres de la literatura como Cortazar, José Martí, o ver la realidad del
continente a través del prisma de Eduardo Galeano, autor de El Libro de los
abrazos, Las venas abiertas de América Latina o Patas arriba, La escuela del
mundo al revés, entre otros.
Elogio del mestizaje
Mestizaje entendido no como la cruza de razas, sino como la mezcla y
fusión de culturas diferentes, que dan como resultado una nueva, distinta,
enriquecida.
·
Nuestra identidad múltiple, realza
sus partes creadoras a partir de la fecunda contradicción de las partes que la
integran. Pero hemos sido amaestrados para no vernos. El racismo, mutilador,
impide que la condición humana resplandezca plenamente en todos sus colores.” Eduardo Galeano
Suele definirse la identidad latinoamericana como una transculturación,
proceso iniciado con la llegada de los europeos y los esclavos africanos que
llegaron con ellos. Las diferentes tipos de mezcla dieron origen a diferentes
clases sociales con nombre propio, mestizo, morisco, mulato, zambo, criollo,
etc. Lamentablemente, detrás de dicho fenómeno subyacen otros indeseables como
el racismo y la exclusión; dentro de cada país y trasnfronterizo. Por eso,
entre las cuestiones pendientes la comunidad iberoamericana está la de prestar más atención a los derechos y
necesidades de esa nueva pluralidad social.
Sobrados de energía
Los pueblos americanos están sobrados de energía, solo falta aprender a
canalizarlas, a dominar las negativas y potenciar las positivas, acordar
explotaciones consensuadas, justas, respetuosas, de los recursos naturales tan
grandes como el talento de su gente.
El bienestar del pueblo debe basarse en el respeto a la dignidad de
todos y cada une sus habitantes. Para ello hará falta crear una red de
principios jurídicos internacionales que defiendan el derecho común al mismo
tiempo que las individualidades. No podremos avanzar hacia un futuro mejor
sobre la base del miedo. Miedo a conocer las páginas más oscuras de la
historia, miedo a las nuevas relaciones internas e internacionales. Todo lo
contrario, la valentía es la mejor compañía para alcanzar las metas más altas,
los mejores sueños.
El momento político actual en España tiene un grado de
complejidad que me recuerda al proceso de Independencia en Argentina, lleno de
incertidumbres, donde nadie sabe lo que puede pasar pero todos quieren un
cambio, desde grandes ciudades hasta comunidades como Cataluña, País Vasco o
Galicia, que luchan por su independencia del poder central. Todos sabemos que
hay una historia oficial y… muchas más, escritas según el color político del
historiador, del sueldo que cobre el cronista de turno.
Estoy de acuerdo con la historiadora tucumana Noemí
Goldman cuando dice que en la historia no hay buenos y malos, héroes y
villanos, y llega a conclusiones como las que escribí en mi libro Argentina en el alma, España en el corazón. Resumiendo,
el deber de nuestra generación es el de la comprensión de los procesos, motivaciones,
causas, desprovisto de prejuicios, intereses y anhelos personales. Para eso hay
que leer, estudiar, con mente y corazón abiertos.
Cuestión de equipo
Mis orígenes profesionales en el ámbito de la Educación Física y los
Deportes han dejado en mí uno de los tesoros que más valoro en la vida, el espíritu de equipo. No se puede
considerar desarrollado un país con parte de su población abandonada, excluida
del sistema, discriminada, por ínfima que sea la proporción. Países que mandan
satélites al espacio y tienen gente durmiendo en la calle, alumnos que no pueden
estudiar lo que quieren, jubilados que no pueden comprar los medicamentos que
necesitan, ¿se les puede calificar de desequilibrados?. El equilibrio viene de
la mano de gobiernos fuertes, honrados, que redistribuyen los beneficios con
equidad, que respeta a todos sus ciudadanos por igual, sin distinciones de
ningún tipo.
Es muy fácil echar la culpa al entrenador cuando se pierden partidos,
sin embargo de los triunfos todos queremos ser dueños.
Juntos y unidos
Para el filósofo español Ortega y Gasset “la pampa se mira
comenzando por su fin, por su órgano de promesas”, y observa que “lo esencial
de la vida argentina es ser promesa”. “Todo aquí vive de lejanías, casi nadie
está donde está sino por delante de sí mismo, y desde allí gobierna y ejecuta
su vida de aquí, la real, la presente y efectiva”. De allí aquel famoso
“Argentinos, a las cosas”. Y continúa diciendo: “El argentino vive atento, no a
lo que efectivamente constituye su vida, no a lo que de hecho es su persona,
sino a una figura ideal que de sí mismo posee. El argentino se gusta a sí
mismo, le gusta la imagen que de sí mismo tiene. El argentino típico no tiene
más vocación que la de ser ya el que imagina ser, vive, pues, entregado pero no
a una realidad, sino a una imagen”.
Hay una
eterna dualidad irresuelta entre lo que somos y lo que deseamos ser.
Argentina…ni
infierno ni paraíso.
Quizá haya
llegado la hora de convertir las promesasen realidades, de cristalizar los
sueños, de solidificar los más nobles anhelos que llevaron a nuestros
antepasados a reunirse en una casita de Tucumán para gritar al mundo su himno
de libertad e independencia. Para que el mundo vuelva otra vez su mirada hacia
nuestro territorio, queridos hermanos, demostremos una vez más nuestras
virtudes y talentos, lo que somos capaces de hacer… juntos y unidos.
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