Ocho, dieciocho, Feliz Navidad

Caminante no hay camino...



Boda Valeria y Julio, Inglaterra



Ser o no ser...



Turismo en Londres





Desde 1975, Diciembre viste de primavera nuestro calendario familiar.
Mes de nacimientos y renacimientos.
A la tradicional celebración religiosa del mundo occidental y cristiano cada 25 de Diciembre, se suman cumpleaños de tíos, primos, hermanos y amigos. Pero para Inés y para mí, el 18 de aquel año se convirtió con la llegada de Valeria, en uno de los días más especiales de nuestras vidas.
Los años pasaron y otro día de Diciembre, esta vez el 8, marcaría el comienzo de un nuevo capítulo en nuestro libro familiar.
Procedentes de la Patagonia, llegamos a Vigo el Día de la Virgen de 1989.
Eran las ocho de la tarde de un día frío y lluvioso cuando el tren Talgo nos dejaba en la estación. Las luces navideñas en las calles de la ciudad fue un excepcional e inolvidable marco de recepción.


A partir de entonces, mezclamos las barajas y comenzamos a dar de nuevo.
Dejamos atrás una vida que corría el riesgo de convertirse en burguesa, para ponernos el mameluco de fagina y comenzar a remar de nuevo.
Mucho tengo escrito sobre este tema, especialmente en mi último libro “Argentina en el alma, España en el corazón”, razón por la cual hoy no me explayaré demasiado. Sólo unas palabras para dar de nuevo gracias a la vida.
Estos veintidos años no han sido un camino de rosas. Ningún camino fuera de casa puede serlo, sin embargo, siempre hay flores a su vera que alivian el paso, como los nuevos amigos, y otras que convierten las penas en alegrías,

como la celebración de esta Navidad 2011 con un nieto en casa.



Exposición de Pintura en Bromley, Inglaterra



Besos venecianos



Mediterraneo en Cadaqués, Casa - Museo de Dalí




El 18 de Diciembre se celebra también el Día Internacional del Migrante.

Buena ocasión para decir que el slogan de Naciones Unidas está marcado en nuestros genes, como la necesidad de movernos en busca de supervivencia y bienestar.
Todos los seres humanos
nacen libres e iguales en dignidad y derechos”
Ahora, toda esa sangre emigrante se concentra en Martín, el último eslabón de la cadena.
La felicidad que provoca su presencia resurge con fuerza en este Gracias a la Vida,
por los amigos, los de acá y los de allá. A los que les gusta escribir y a los que lo hacen una vez al año, a los que nos acompañan y siguen a nuestro lado de mil formas distintas,

merecedores todos del mismo respeto y cariño.
No son pocas las cosas que aprendimos en este tiempo, pero sin duda la más importante es a escribir los sinsabores con tinta auto-destructible, y a esculpir en piedra las relaciones humanas de calidad. Piedras con las que construimos nuestra estructura afectivo - familiar, a prueba de cenizas volcánicas y otros sustos de la naturaleza.


Que en el nuevo año te reencuentres con tu estrella, para que su luz siga llenando de paz y felicidad cada uno de tus días.

Ocho, dieciocho, Feliz Navidad































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