Los paraísos se agotan
Los
paraísos se agotan
Jaime
Correa Deulofeu
autor de la Vida
del Mundo
Desde el origen de los tiempos existe en la mente de
los seres humanos un lugar llamado paraíso. Vergel de bellas flores y deliciosos
frutos que nos otorgan la felicidad eterna, jardín de las delicias donde todo
trabajo y esfuerzo es suplido por disfrute, goce y placer. Espacios imaginarios
donde creemos estar a salvo de peligros y sufrimientos. Esa ilusión viene de
fábrica incorporada a nuestro ADN, prescindir de ella sería caer en su
antípoda, no menos fantasiosa, el infierno.
A medida que avanza la evolución de la raza humana
vamos creando una realidad que transita permanentemente por la fina cornisa que
separa ambos extremos. El paso del tiempo y la cruda realidad de los pies en la
tierra, nos hace despertar de esas utopías y contemplar no sin dolor, cómo se
agotan los paraísos.
El paraíso falso y efímero de la droga que arrastra millones al infierno de la degradación
humana, previo paso por el purgatorio de la cárcel.
Durante años Alemania representó un paraíso para
emigrantes españoles, EEUU para los mexicanos, etc., y no pocos jóvenes siguen
acudiendo todavía con la misma idílica esperanza de encontrar trabajo,
seguridad y bienestar hasta que pronto regresan frustrados, engañados y con las
ilusiones rotas.
Luego están los paraísos
fiscales que, gracias a algunos valientes comienzan a ser descubiertos,
ventilados, y acosados, eso sí, sin garantía de exterminio, algo tan imposible
como acabar con los sueños.
Una de las excentricidades de los ricos del mundo era
comprarse una isla, aislarse del mundanal ruido, de la chusma y el fisco de sus
países de origen. Pero el rastro del dinero sucio de muchos de ellos, deja una
huella cada vez más profunda y más fácil de identificar, dejando al descubierto
argucias y triquiñuelas de ingenierías financieras abyectas y vergonzosas. Por
otro lado las consecuencias del cambio climático, que en muchos casos ellos
mismos contribuyen a provocar, están acabando con esos “mini-paraísos”. Incendios
en Cholila-Patagonia, Valparaiso chileno, o el ciclón devastador en la Isla de
Vanuatu, algunos ejemplos de la dolorosa actualidad.
En Enero de 2014 se incendiaba la milenaria aldea
tibetana de Shangri La, uno de esos rincones del mundo que escritores como J.
Hilton y el cine contribuyeron a mitificar como un “horizonte perdido”, uno de
los pocos paraísos donde el hombre podía reencontrarse consigo mismo.
El Papa Francisco, representante de Dios pero hombre de
carne y hueso más conectado a la tierra que al cielo, llegó para desmontar
mitos y leyendas; una de ellas que no existe el infierno y que el edén de la primera pareja no es más que
una fábula utilizada como recurso literario. Si eso no es hablar claro, que
baje Dios y lo vea.
La Humanidad camina como la Justicia, con los ojos
vendados y así, el tropiezo y el sufrimiento
es inevitable. A ver si de una vez por todas aprendemos que el único paraíso
real es el que está dentro de nuestro corazón, que debe ser construido por cada
cual, cada día y todos los días. ¿Cómo?, muy simple, siendo humildes,
auténticos, agradecidos, priorizando los afectos, la amistad, aprendiendo a
descubrir lo que el mundo puede darnos y lo que no tenemos que esperar de él.
“Con
los jirones del alma después de cada batallas, reconstruimos el nido donde
vuelve a renacer la vida”. Deulofismo que invita a convertirnos
en arquitectos autodidactas, a construir nuestros propios espacios y momentos
de felicidad, para poder continuar vivos, para seguir toreando y tolerando la
realidad, para experimentar el “eterno retorno” de Nietzsche, cargando como
Kundera la insoportable levedad del ser.
"El hombre nunca puede
saber qué debe querer, porque
vive sólo una vida y no tiene modo de compararla con sus vidas precedentes, ni
enmendarla en sus vidas posteriores".
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