Mis batallas ganadas

La primera batalla que gané y de la que ya ni me acuerdo, fue antes de nacer, contra un ejército de más de 200 millones de espermatozoides.
Según diversas fuentes, en el mundo mueren cada año por diferentes causas más de 300 millones de persona, de modo que si estoy escribiendo esto es porque no estoy en la lista de los miles de millones de seres humanos que han muerto desde el día de mi nacimiento.
La última batalla ganada es de la semana pasada, contra el poderoso virus de la gripe, que también se lleva millones de personas por año.


Estos datos, además de alegrarme el día, me sirven para ejercitar el cambio que supone la entrada a la Era de Acuario. Era de la Luz y la Fraternidad Universal. Tiempo de refrescar mi memoria y aumentar mi conciencia cósmica.
Tiempo de meditar sobre la fragilidad de la vida. Sobre lo efímero del tránsito en este mundo. Sobre la misión que me corresponde, si es que hay una misión que cumplir en nuestra existencia.

Luego están las otras, las batallas personales, las del día a día, las que implican una intervención más directa, racional o instintiva, y en las que también me veo como claro vencedor.

Pienso en mis batallas ganadas, no como un héroe sino como un bendecido por la Madre Naturaleza, un protegido de los Dioses. Y entonces, mi compromiso con la manada se multiplica. Aumenta mi responsabilidad protectora. Aumenta mi deber de continuar la búsqueda de la perfección, en todos los sentidos, en todos los campos en los que me desenvuelvo. Aumenta mi obligación de proyectar esa bendición en las personas que me rodean, y en todas aquellas que tienen alguna relación conmigo, vivan donde vivan.
Con la convicción de que no soy el único bendecido por esta circunstancia. De que somos muchos en el mundo entero los que ganamos batallas como las mías. Y de que juntos, conformamos una fuerza capaz de grandes cambios en favor de aquellos a quienes esa bendición aún no le ha llegado.

Estamos programados para sobrevivir y no para vivir. Mientras sobrevivimos a múltiples batallas, nos olvidamos de vivir. Nos olvidamos también, de que nacemos buscando amor y morimos buscando amor, y entre los dos extremos deambulamos en el desamor.


“Con los jirones del alma después de cada batallas,
reconstruimos el nido donde vuelve a renacer la vida”

Aquellos que hemos recibido amor desde que nos parieron, tenemos la obligación de no pensar en agón, en la última batalla, en la única que no podremos vencer. Tenemos la obligación de volcar todo ese amor en los demás, de devolverlo. El amor no es nuestro, no es propiedad de nadie. El amor es un componente de la naturaleza universal, y lo que es de la tierra en la tierra debe quedar.
Por eso, hoy es el mejor día de lo que me queda por vivir, porque alcancé la conciencia plena de mis batallas ganadas.

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