Los puentes de mi vida


Vigo no sería hoy la misma, y Galicia tampoco, sin el Puente de Rande.  Su majestuosidad, su incomparable entorno natural, su reciente ampliación, los más de 50.000 mil vehículos diarios que lo cruzan, son algunos de sus virtudes que asombran al visitante.

Gracias doy al cielo, por disfrutar del progreso y la belleza de esta bendita tierra. Más esta moderna tecnología no quita de mi memoria otros puentes por donde transcurrió mi vida. Estos son algunos de ellos.



 

Puente carretero sobre el Río Dulce, que une La Banda con la capital de la provincia de Santiago del Estero. 90 años de historias y leyendas de una región que marcó mi infancia entre Frías, Lavalle, Loreto, San Pedro, Río Hondo, en el paradisíaco norte argentino.

Puentes sobre el río Pichileufu, arroyo Ñirihuau, Paso Córdoba sobre el Río Negro que conecta la meseta con el Alto Valle de la provincia homónima, el ferroviario que une las ciudades de Viedma, capital de Río Negro con Carmen de Patagones en el extremo sur de la provincia de Buenos Aires.
 

Durante años caminé por esos puentes, de norte a sur, de este a oeste, en distintas etapas de mi vida, a diferentes edades, por trabajo o turismo, por obligación o placer. Vías por las que circularon ilusiones, sueños y esperanzas, penas y sacrificios, pero también alegrías como las que siento hoy al ver el progreso que en forma de asfalto está cociendo la geografía de mi querida provincia de Río Negro.
Por eso, cada vez que cruzo este nuevo y majestuoso puente de Rande, cruzo a la vez, todos los puentes de mi vida.

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